Sé que a veces soy un poco frío, me cuesta la vida misma exteriorizar mis emociones. Una buena amiga me descubrió que es esa la razón por la que escribo. Pongo en negro sobre blanco mis sentimientos, lo que a veces de otra forma no sé o no puedo expresar. Siempre que algún acontecimiento me agrada o me desagrada de forma significativa y me toca el corazón acabo sentado con un montón de notas emborronadas de forma apresurada y con la pantalla en blanco de mi ordenador esperado a que vomite sobre ella todas esas ideas aparentemente inconexas que me atormentan y que finalmente se configuran en forma de una casi confesión. (Huérfanos de Campillos)

viernes, 16 de marzo de 2012

DE BUSCADORES DE TESOROS Y OTRAS ESCORIAS DEL MUNDO MARÍTIMO.












La semana pasada  me llevé una gran satisfacción. Encontré en una subasta la foto del trasatlántico español Príncipe de Asturias que estáis viendo. Ahí lo tenéis, el  Titanic” español.  El barco que en otro tiempo  fuera orgullo de la Marina Mercante Española aparece fotografiado en el puerto de Málaga nada más entrar en servicio, en 1914 justo antes del inicio de la Primera Guerra Mundial.  En la foto luce espléndido, limpio, de elegantes líneas y se pueden ver en cubierta a algunos pasajeros y tripulantes. Ninguno de ellos podría imaginar que ese precioso y aparentemente seguro buque yacería destrozado en el fondo del mar apenas año y medio después. El Príncipe de Asturias  se hundió en la madrugada del cinco de marzo de 1916 al chocar contra un arrecife sumergido en las proximidades de la Isla de San Sebastián al norte de Santos (Brasíl) llevándose consigo la vida de más de 600 personas según han demostrado las últimas investigaciones (la cifra, digamos oficial, que se dio en su día hablaba de 445 muertos). Pero no es su naufragio  lo que os voy a contar  aprovechando la aparición de esta maravillosa foto. Si alguno está interesado en conocer su historia la podéis encontrar en mi web naufragios.es . No, de lo que os voy  hablar es de los tesoros que presuntamente transportaba y de lo gilipollas que pueden ser algunos  individuos cuando se dice que determinado buque transportaba oro, joyas o cualquier otro tipo de riquezas.
A lo largo de mi vida profesional he tenido la oportunidad de trabajar con varios buscadores de tesoros. Sobre todo norteamericanos. Yo clasifico a los buscadores de tesoros en dos tipos; los norteamericanos y los europeos. Los primeros son unos tipos poco sofisticados, guasones, bastante incultos y tienen una gran virtud, al menos a mi parecer:  no ocultan que en realidad su intención cuando buscan riquezas en el fondo del mar es hacerse ricos y por supuesto no insultan tu inteligencia haciéndote creer que están buceando para recuperar  no se qué  historia perdida. A ellos el hecho cultural se la trae floja. Nunca me olvidaré del comentario que me hizo un buscador de tesoros al que había contratado como buzo en mi segunda expedición para investigar los restos del Valbanera. Billy,  (así se llamaba, Billy Dean), me comentó mientras navegábamos hacia el pecio del Valbanera (que está muy cerquita del lugar en el que se encontró el fabuloso tesoro del Nuestra Señora de Atocha):
-          ¿Collares de esmeraldas o joyas valiosas?¿Y qué hago con ellas?¿Me las como?.  No Fernando. Yo lo que quiero encontrar son barras de plata y lingotes de oro para fundirlos. ¡¡¡Eso sí que es dinero!!!
Los buscadores de tesoros europeos son mucho más siniestros. Intentan revestir  su actividad rapaz e ilícita de una dignidad académica inexistente. Atentan sin el menor pudor contra el patrimonio arqueológico sumergido (otro día os contaré algunas historias para no dormir) y obtienen pingües beneficios vendiendo de forma ilícita todo aquello que de igual modo han recuperado. Hay incluso un italiano residente en España que pretende crear una ONG que se dedique a recuperar el oro de los galeones para obras benéficas destinadas a la infancia de los países tercermundistas. ¡Tócate los cojones! . Lo que no dice este individuo (asiduo de Canal SUR y otras emisoras) y a quien conozco hace algunos años, que recientemente ha sido detenido por la Guardia Civil por delitos contra el patrimonio. En fin ……….
Del Príncipe de Asturias siempre se dijo que llevaba en sus bodegas grandes tesoros. Como vapor correo oficial podía transportar en sus bodegas oro en lingotes destinado a pagar las exportaciones de alimentos argentinos a España. Se habló de un pretendido tesoro destinado nada menos que a ¡¡Pancho Villa!!. O de las joyas y efectos personales de los muchos pasajeros ricos que en el buque viajaban y que allí perdieron sus vidas.
En realidad la carga que transportaba el buque estaba compuesta por vinos andaluces, telas catalanas y un cargamento de lingotes de hierro, estaño y cobre. Y  por 20  esculturas de bronce de casi una tonelada de peso cada una embaladas en grandes cajas de madera. Es una historia muy curiosa. A principios de siglo, la colonia española en Argentina para conmemorar el centenario de la independencia, decidió donar a la ciudad de Buenos Aires un gran monumento que recibiría el nombre de La Carta Magna y las Cuatro Regiones Argentinas. El escultor español Agustín Querol fue el encargado de realizar el proyecto. Cuando éste se encontraba aún en fase de modelado Querol falleció. El trabajo sería continuado por otro escultor de renombre, Cipriano Folgueras quien también moriría poco después. Afortunadamente antes de fallecer Folgueras consiguió finalizar los moldes por lo que las esculturas pudieron ser fundidas. Las últimas 20  fueron embarcadas a bordo del Príncipe de Asturias en su último viaje. Y como el gran barco, en el fondo del mar acabaron. El monumento quedó inconcluso.
En 1992 hubo un proyecto para sacar las esculturas del fondo del Atlántico y finalizar el monumento. Voladuras en el casco del pecio, mucha publicidad y lo único que se recuperó fue una de las esculturas partida en varios trozos. ¿Dónde estaban las restantes 19? Después de la Segunda Guerra mundial, un conocido chatarrero brasileño junto con algunos financieros europeos recuperaron  gran cantidad de chatarra del lugar del naufragio. Y una de las grandes hélices de bronce fosforado del trasatlántico. Nada más que con la venta de esa hélice para ser fundida se amortizaba parte de la operación de extracción de restos. ¿Pero era chatarra lo único que buscaban?. No, desde luego que no. Por la forma en la que se realizaron las voladuras y las zonas que volaron está más que claro que lo que iban buscando aquel atajo de imbéciles era el dichoso oro y las joyas de los pasajeros ricos. Y al parecer no encontraron casi nada. Lo que sí apareció fueron las famosas estatuas de Querol y Folgueras. Y tal y como salieron fueron vendidas como bronce a un chatarrero que, al parecer,  pudo fundirlas y llevarse alguna perras en su reventa. Un lince era el tío.

Entre 2005 y 2007 trabajé como documentalista y asesor técnico de la editorial brasileña Magma Cultural en la edición de un gran libro sobre el naufragio titulado “Príncipe de Asturias, Misterio en las Profundidades”. Se publicó en Brasil en el año 2008 con gran éxito. Durante aquel apasionante trabajo conocí a un experto norteamericano en antigüedades y temas museísticos que me comentó que le había llamado la atención la gran calidad de la escultura que se conserva en Brasil y que fue recuperada en 1992.
-          ¿Sabes? – me dijo- Por su calidad artística, por su antigüedad y por proceder de un naufragio histórico cada una de esas esculturas valdría hoy en los Estados Unidos entre 350.000 y 400.000 dólares

Creo que estuve una semana entera descojonándome. Aquellos golfos, aquel atajo de avariciosos ignorantes habían quemado en una fundición de bronce casi 6 millones de euros ( 1.000 millones de pesetas) mientras perseguían una quimera entre los restos podridos del Príncipe de Asturias.
Por estos motivos  siento tanto desprecio por los buscadores de tesoros. Que no os engañen. Todos ellos son despreciables. Cuando veáis a alguien en los medios hablando de tesoros sumergidos, de historias perdidas  y de la aventura del mar desconfiad. La única aventura que de verdad les pone a estos golfos es ver cómo crecen sus cuentas corrientes.



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