Sé que a veces soy un poco frío, me cuesta la vida misma exteriorizar mis emociones. Una buena amiga me descubrió que es esa la razón por la que escribo. Pongo en negro sobre blanco mis sentimientos, lo que a veces de otra forma no sé o no puedo expresar. Siempre que algún acontecimiento me agrada o me desagrada de forma significativa y me toca el corazón acabo sentado con un montón de notas emborronadas de forma apresurada y con la pantalla en blanco de mi ordenador esperado a que vomite sobre ella todas esas ideas aparentemente inconexas que me atormentan y que finalmente se configuran en forma de una casi confesión. (Huérfanos de Campillos)

viernes, 16 de marzo de 2012

LA MANILLA DE ESCLAVOS




 Esa cosa tan fea que aparece en la foto es una niñita  de diez u once añitos. Consideradlo los que tengáis hijas. Que os cambien a vuestra preciosa niña por esa fea pieza de metal cuyo nombre real era manilla de esclavo y que era la moneda con la que los capitanes de los barcos negreros compraban a las tribus de cazadores de hombres  los esclavos. Contrariamente a lo que se cree, los esclavos no eran capturados por los blancos. De su captura se ocupaban otras tribus , los cazadores de  hombres, que vivían en la zonas costeras de África y que a su vez se los revendían a los blancos.
Españoles y portugueses (reyes del tráfico de esclavos  para nuestra vergüenza) se dieron cuenta de que esas tribus daban gran importancia a los adornos de metal. Arrancaban los clavos de bronce de los cascos de los buques naufragados en sus costas, les aplastaban  las puntas y se hacían todo tipo de pulseras, pendientes y adornos. Por ello los europeos pronto las comenzaron a fabricar de forma industrial en sus ferrerías y fundiciones. Como os decía con una de esas manillas se podía comprar a una niña de unos diez años. Con tres a un niño en la primera pubertad, con cinco a una mujer, con ocho a un varón joven y con una cantidad que oscilaba entre las ocho y quince manillas a un hombre adulto en edad de trabajar. Luego los esclavos eran vendidos en las Antillas y en el Sur de los Estados Unidos a precios elevadísimos. Tener esclavos era un privilegio de las clases más pudientes, no todo el mundo se lo podía permitir.
¿Os dais cuenta? Por eso el tráfico de esclavos era un negocio tan lucrativo y por eso fue tan difícil de erradicar. Los costes de explotación del buque negrero eran ínfimos; los tripulantes no cobraban salario alguno. Al igual que en los balleneros o en los buques de caza de focas se llevaban una parte de los beneficios. Cuantos más negros y más caros se vendieran su beneficio era mayor. A los negros se les alimentaba con una comida deshidratada a base de grasa y féculas que era conocida como gachas de esclavo y que valía menos que el pienso que le doy a mi gata. Únicamente era necesario tener un barco, bien que en el tráfico de esclavos se amortizaba de forma muy rápida, y hacer una ínfima inversión inicial comprando quincalla.
Muchas de las grandes fortunas de España, Portugal, Inglaterra, Francia y Holanda (las cinco potencias negreras) proceden del tráfico de esclavos. Os sorprendería conocer cuántos miembros de la alta sociedad española comenzaron su fortuna armando buques negreros.
El otro día estuve repasando la película Amistad de Steven Spielberg, de ahí que me haya dado por escribir este pequeño relato. Supongo que todos habréis oído hablar alguna vez de la historia de la goleta de velacho mercante Amistad, un buque negrero español en el cual en 1839 tuvo lugar una rebelión de esclavos procedentes del negrero oceánico portugués Técora y que habían sido capturados en Sierra Leona. Los negros fueron encarcelados en Estados Unidos mientras se desarrolló un proceso judicial que duró dos años y que culminó con la devolución de los africanos a su tierra según sentencia del Tribunal Supremo de los Estados Unidos.
Desde el punto de vista técnico náutico, el viaje del negrero es tratado con toda rigurosidad en la película. El proceso de documentación es muy bueno. Se narra con espeluznante realismo todos los pormenores y avatares del tráfico de esclavos; la captura de los negros, su encarcelamiento en las bases negreras de la costa, el embarque en los negreros oceánicos y su posterior transbordo a los costeros, el cómo los negros eran arrojados vivos al mar si se había calculado mal la cantidad de comida para el viaje, la duplicidad de manifiestos de carga para engañar a las autoridades, etc. En lo que falla la película, como casi siempre en estas películas anglosajonas, es en el hecho de querer dar al espectador una lección  de la  supremacía moral de los yanquis o de los ingleses sobre nosotros, los españolitos. Y os juro que es algo con lo que no puedo, me toca los cojones hasta el infinito. Y me explico.
Aparte de la problemática de la abolición y de la rivalidad norte-sur en la Norteamérica ochocentista, en la película se hace mucho hincapié en el hecho de que en Inglaterra la esclavitud y el tráfico negrero (que no son la misma cosa) se habían abolido ya en aquel año de 1839 que es en el que se desarrollan los acontecimientos. De hecho uno de los protagonistas de la película es el comandante de una fragata de la Royal Navy dedicada a la represión del tráfico negrero. Efectivamente la Abolition Act que acabó con la esclavitud en Inglaterra y sus colonias fue promulgada en 1832 si bien no estuvo completamente operativa hasta seis o siete años después. Sin embargo lo que no prohibía la Abolition Act era el enriquecimiento indirecto (o incluso si se quiere directo) de los empresarios ingleses merced al tráfico de esclavos practicado por España y Portugal. Los ingleses siguieron fabricando manillas de esclavos, armas, instrumental diverso y construyendo barcos negreros durante muchos años. El sucio dinero procedente del tráfico de esclavos seguía llenando las arcas de esa Gran Bretaña tan progresista que había prohibido el tráfico de esclavos pero que no impedía que sus hijos se enriquecieran con el mismo. ¿Un ejemplo? La manilla que os he mostrado en la foto fue fabricada en Inglaterra en 1844, doce años después de la promulgación de la Abolition Act si las mates que me enseñó don Alejandro en el colegio no me fallan.
Os cuento su procedencia. Es el final idóneo para una historia tan triste. En enero de 1844 el mercante ingles Douro, en viaje de Inglaterra a puertos portugueses y españoles para descargar un cargamento de manillas de esclavo y otras piezas metálicas destinadas a este tráfico se vio sorprendido por un durísimo temporal del norte en la zona de Cornualles, El viento huracanado destrozó el aparejo de vela  del pequeño buque y lo lanzó sobre el arrecife de Crabawethan Roundo Rock en las islas Scilly (lo de Sorlingas siempre me ha parecido una cursilada). Aquella noche el Atlántico Norte (ese viejo hijo puta) estuvo muy bíblico. El Douro de inmediato resultó destrozado por la colisión y se hundió en menos de un minuto. No hubo supervivientes. La carga de manillas quedó diseminada sobre el fondo marino. Cuentan que durante algún tiempo se veía refulgir en la superficie del mar el brillo de las manillas de bronce que iban corroyéndose en el fondo…………………………………………………………………………………………….

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