Esa cosa tan fea que aparece en la foto es una
niñita de diez u once añitos.
Consideradlo los que tengáis hijas. Que os cambien a vuestra preciosa niña por
esa fea pieza de metal cuyo nombre real era manilla de esclavo y que era la
moneda con la que los capitanes de los barcos negreros compraban a las tribus
de cazadores de hombres los esclavos. Contrariamente
a lo que se cree, los esclavos no eran capturados por los blancos. De su
captura se ocupaban otras tribus , los cazadores de hombres, que vivían en la zonas costeras de
África y que a su vez se los revendían a los blancos.
Españoles y portugueses (reyes
del tráfico de esclavos para nuestra
vergüenza) se dieron cuenta de que esas tribus daban gran importancia a los
adornos de metal. Arrancaban los clavos de bronce de los cascos de los buques
naufragados en sus costas, les aplastaban
las puntas y se hacían todo tipo de pulseras, pendientes y adornos. Por
ello los europeos pronto las comenzaron a fabricar de forma industrial en sus
ferrerías y fundiciones. Como os decía con una de esas manillas se podía
comprar a una niña de unos diez años. Con tres a un niño en la primera
pubertad, con cinco a una mujer, con ocho a un varón joven y con una cantidad
que oscilaba entre las ocho y quince manillas a un hombre adulto en edad de
trabajar. Luego los esclavos eran vendidos en las Antillas y en el Sur de los
Estados Unidos a precios elevadísimos. Tener esclavos era un privilegio de las
clases más pudientes, no todo el mundo se lo podía permitir.
¿Os dais cuenta? Por eso el
tráfico de esclavos era un negocio tan lucrativo y por eso fue tan difícil de
erradicar. Los costes de explotación del buque negrero eran ínfimos; los
tripulantes no cobraban salario alguno. Al igual que en los balleneros o en los
buques de caza de focas se llevaban una parte de los beneficios. Cuantos más
negros y más caros se vendieran su beneficio era mayor. A los negros se les
alimentaba con una comida deshidratada a base de grasa y féculas que era
conocida como gachas de esclavo y que valía menos que el pienso que le doy a mi
gata. Únicamente era necesario tener un barco, bien que en el tráfico de
esclavos se amortizaba de forma muy rápida, y hacer una ínfima inversión
inicial comprando quincalla.
Muchas de las grandes fortunas de
España, Portugal, Inglaterra, Francia y Holanda (las cinco potencias negreras)
proceden del tráfico de esclavos. Os sorprendería conocer cuántos miembros de
la alta sociedad española comenzaron su fortuna armando buques negreros.
El otro día estuve repasando la
película Amistad de Steven Spielberg, de ahí que me haya dado por escribir este
pequeño relato. Supongo que todos habréis oído hablar alguna vez de la historia
de la goleta de velacho mercante Amistad, un buque negrero español en el cual en
1839 tuvo lugar una rebelión de esclavos procedentes del negrero oceánico
portugués Técora y que habían sido capturados en Sierra Leona. Los negros
fueron encarcelados en Estados Unidos mientras se desarrolló un proceso
judicial que duró dos años y que culminó con la devolución de los africanos a
su tierra según sentencia del Tribunal Supremo de los Estados Unidos.
Desde el punto de vista técnico
náutico, el viaje del negrero es tratado con toda rigurosidad en la película.
El proceso de documentación es muy bueno. Se narra con espeluznante realismo
todos los pormenores y avatares del tráfico de esclavos; la captura de los
negros, su encarcelamiento en las bases negreras de la costa, el embarque en
los negreros oceánicos y su posterior transbordo a los costeros, el cómo los
negros eran arrojados vivos al mar si se había calculado mal la cantidad de
comida para el viaje, la duplicidad de manifiestos de carga para engañar a las
autoridades, etc. En lo que falla la película, como casi siempre en estas
películas anglosajonas, es en el hecho de querer dar al espectador una lección de la
supremacía moral de los yanquis o de los ingleses sobre nosotros, los
españolitos. Y os juro que es algo con lo que no puedo, me toca los cojones
hasta el infinito. Y me explico.
Aparte de la problemática de la
abolición y de la rivalidad norte-sur en la Norteamérica ochocentista, en la
película se hace mucho hincapié en el hecho de que en Inglaterra la esclavitud
y el tráfico negrero (que no son la misma cosa) se habían abolido ya en aquel
año de 1839 que es en el que se desarrollan los acontecimientos. De hecho uno
de los protagonistas de la película es el comandante de una fragata de la Royal
Navy dedicada a la represión del tráfico negrero. Efectivamente la Abolition
Act que acabó con la esclavitud en Inglaterra y sus colonias fue promulgada en
1832 si bien no estuvo completamente operativa hasta seis o siete años después.
Sin embargo lo que no prohibía la Abolition Act era el enriquecimiento
indirecto (o incluso si se quiere directo) de los empresarios ingleses merced
al tráfico de esclavos practicado por España y Portugal. Los ingleses siguieron
fabricando manillas de esclavos, armas, instrumental diverso y construyendo
barcos negreros durante muchos años. El sucio dinero procedente del tráfico de
esclavos seguía llenando las arcas de esa Gran Bretaña tan progresista que
había prohibido el tráfico de esclavos pero que no impedía que sus hijos se
enriquecieran con el mismo. ¿Un ejemplo? La manilla que os he mostrado en la
foto fue fabricada en Inglaterra en 1844, doce años después de la promulgación
de la Abolition Act si las mates que me enseñó don Alejandro en el colegio no
me fallan.
Os cuento su procedencia. Es el
final idóneo para una historia tan triste. En enero de 1844 el mercante ingles
Douro, en viaje de Inglaterra a puertos portugueses y españoles para descargar
un cargamento de manillas de esclavo y otras piezas metálicas destinadas a este
tráfico se vio sorprendido por un durísimo temporal del norte en la zona de
Cornualles, El viento huracanado destrozó el aparejo de vela del pequeño buque y lo lanzó sobre el arrecife
de Crabawethan Roundo Rock en las islas Scilly (lo de Sorlingas siempre me ha
parecido una cursilada). Aquella noche el Atlántico Norte (ese viejo hijo puta)
estuvo muy bíblico. El Douro de inmediato resultó destrozado por la colisión y
se hundió en menos de un minuto. No hubo supervivientes. La carga de manillas
quedó diseminada sobre el fondo marino. Cuentan que durante algún tiempo se
veía refulgir en la superficie del mar el brillo de las manillas de bronce que
iban corroyéndose en el fondo…………………………………………………………………………………………….
No hay comentarios:
Publicar un comentario