Sé que a veces soy un poco frío, me cuesta la vida misma exteriorizar mis emociones. Una buena amiga me descubrió que es esa la razón por la que escribo. Pongo en negro sobre blanco mis sentimientos, lo que a veces de otra forma no sé o no puedo expresar. Siempre que algún acontecimiento me agrada o me desagrada de forma significativa y me toca el corazón acabo sentado con un montón de notas emborronadas de forma apresurada y con la pantalla en blanco de mi ordenador esperado a que vomite sobre ella todas esas ideas aparentemente inconexas que me atormentan y que finalmente se configuran en forma de una casi confesión. (Huérfanos de Campillos)

miércoles, 14 de marzo de 2012

Miedo. Primer recuerdo del internado.


Miedo. Primer recuerdo de Campillos.-
Desde aquella fría tarde  en la entré en el colegio hace ya treinta y ocho años,  he asociado el color blanco con el mes de enero. No por la nieve. ¡qué disparate! De esa tenemos poca en Málaga. Mientras miraba por las ventanillas del coche de mi padre en el que nos dirigíamos a Campillos pude comprobar que los almendros estaban floreciendo. Los cerros y barranqueras que flanqueaban aquella carretera recién inaugurada y que  pomposamente  denominaban “Nuevo Acceso a Málaga”, estaban alfombrados de almendros en flor que conferían al paisaje un inusual tono blanquecino. Tenía once años y supongo que hasta entonces no me había fijado en que los almendros aquí florecen en enero. Yo era un niño un tanto especial. Cuando me encontraba en una situación que me incomodaba  practicaba un extraño juego mental  que me abstraía de la realidad y  que consistía  en fijarme mucho en los detalles que llamaban mi atención y   almacenarlos en la memoria como pequeños tesoros que recuperaba de cuando en cuando. Aquella tarde sentía a mis padres que iban en el asiento delantero del coche a mil kilómetros de distancia y tenía especiales motivos para fijarme en cosas que en otras ocasiones  me hubieran pasado desapercibidas. Dios, ¡qué miedo tenía! Me llevaban interno a Campillos, el internado con peor fama de España. El lugar al que iban los malos estudiantes y los niños malos y en el cual, según se decía, los profesores tenían permiso para castigarte o incluso para pegarte a la más mínima infracción.

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