Hace unos días saltó a la prensa
la estupenda noticia de que el Tribunal de Apelación de los Estados Unidos
había fallado a favor de España por el
caso del expolio de los restos de la fragata de guerra española Nuestra Señora
de las Mercedes, hundida por los ingleses en la costa de Portugal en 1804. El
grupo Odyssey había sacado del pecio su enorme tesoro compuesto por 500.000
monedas de oro y plata entre otras cosas. Estas sentencias favorables se vienen
produciendo desde que el Tribunal Supremo de los Estados Unidos falló a favor
de España en el caso de la Juno y la Galga hace no muchos años. Ambos eran
buques de la Armada Española que se hundieron en las costas de Estados Unidos.
El fundamento de todas estas sentencias reside en el hecho de que estas embarcaciones
eran buques propiedad de un estado soberano, no de particulares, y en que la
propiedad de los estados nunca se pierde. De esta forma las naciones en las que
se producen estas sentencias protegen de paso su propio patrimonio sumergido.
La teoría de la soberanía en su estado más puro. Existen otras razones muy
interesantes y curiosas también que para no ser excesivamente prolijo otro
día detallaré.
La última vez que un tesoro
español acabó en manos de particulares fue en 1993 cuando un pescador descubrió
de forma fortuita los restos del bergantín de guerra español “Cazador” hundido
en el lodo a una profundidad de unos 90 metros y a 50 millas de la costa de Louisiana. Es una
historia increíble y los historiadores yanquis conocen este naufragio como “The
wreck that changed the World”, El naufragio que cambió el mundo.
El 11 de enero de 1784 el
bergantín de la Armada Española “Cazador” zarpó del puerto de Vera Cruz en
Méjico rumbo a Nueva Orleans. En su bodega transportaba 450.000 monedas de
plata de las conocidas como piezas de a ocho (de ocho reales). El buque español
desapareció sin rastro. Nunca más se supo nada ni del Cazador ni de su tesoro.
Carlos III había ordenado enviar
al Cazador a la entonces colonia española de Luisiana para intentar estabilizar
su economía, entonces en franca bancarrota, al haber intentado que en la misma
funcionara sin éxito el papel moneda. El tesoro del Cazador hubiera
estabilizado el sistema monetario español en las posesiones españolas en Norteamérica. Aparte de la crisis del papel
moneda, la economía colonial española estaba en las últimas por casi tres
siglos de descubrimientos, guerras, conquistas y una pésima administración por
parte de reyes y virreyes corruptos, ineptos e imbéciles. Carlos III estaba
convencido de que el tesoro del Cazador hubiera llevado la estabilidad a sus
colonias. Pero no pudo ser. La desaparición del Cazador contribuyó sin duda al
total debilitamiento económico de la colonia y en 1800, Carlos IV cedió la
Luisiana a Francia. Tres años después la colonia fue vendida por Napoleon al
presidente Jefferson por una cantidad próxima a los quince millones de dólares.
Anecdóticamente diremos que con la compra de Louisiana el tamaño de los Estados
Unidos se duplicó. A los historiadores yanquis les encanta especular con lo que
hubiera sucedido si el Cazador hubiera llegado a puerto. A mí personalmente me
parece una gilipollez… pero bueno.
El dos de agosto de 1993, un
pescador de gambas de Nueva Orleans llamado Jerry Murphy, al mando de un pesquero nombrado “Mistake”
(error, que tiene narices la cosa) al cobrar el arte de pesca que arrastraba
por el fondo pudo comprobar que aparte de gambas, enganchadas en la red venían
unas extrañas piedras. Eran ni más ni menos que puñados de monedas de plata
unidas por concreciones marinas. Doscientos años después de su desaparición,
los restos del Cazador habían sido descubiertos. Murphy, pescador de gambas del
Mississipi (como Forrest Gump pero más tonto), nunca más volvió a pescar
gambas. La propiedad de las monedas fue otorgada por el Juez Adrian DuPLantier
a Murphy y sus socios en el Juzgado del Distrito Este de Louisiana. Aparte de
las monedas del pecio del Cazador fueron recuperadas muchas y muy valiosas
piezas tales como armas, restos de uniformes, instrumentos de navegación etc. Afortunadamente
ha sido la última vez que un hecho así se ha producido.
Yo tuve la gran suerte de ver
personalmente parte de este tesoro en Key West, en el despacho del abogado Paul
Horan que defendió y ganó el tema. Horan nos representaba en los temas relacionados con las
investigaciones que llevábamos a cabo de los restos del Valbanera y hablando
sobre naufragios españoles sacó de debajo de la mesa de su despacho un cofre
lleno de monedas de plata del cargamento del Cazador.
En mi colección de naufragios
tengo dos de estas piezas de a ocho. Son una preciosidad. Tienen una leyenda
que reza:
CAROLUS III. HISPAN. ET. IND. REX. DEI. GRATIA.
1.783.
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